Es posible que no contente a todos como ocurre con cualquier obra de arte. El canon personal es el que puede dictar los modos de entender y disfrutar de un libro, una pintura o una sonata.
El interés de esta edición radica en acercar a un mayor número de lectores el original de Cervantes.
Y, junto a los comentarios de la obra, se exponen artículos que estos días aparecen en prensa. Uno de ellos es el de Ignacio Vidal-Folch aparecido en la revista PAPEL (EL MUNDO 08/05/2016) del que aquí recogemos el primer párrafo y el enlace para su lectura completa.
Tanto
Cervantes como
Shakespeare fueron
hijos de unos señores de clase media que se arruinaron. El padre de
Cervantes fue un médico, más bien un practicante, al que las deudas
llevaron a la cárcel. El padre de Shakespeare, un comerciante en
guantes y especulador en lana al que la crisis arruinó. Ninguno de
los dos pudo cursar estudios universitarios. Pero en los colegios a
los que asistieron se les educó en disciplinas parecidas,
propias del Renacimiento: el
estudio de los clásicos griegos y latinos, el aprendizaje de memoria
de textos larguísimos, gramática, retórica, etc.
